Había una vez un pueblecito perdido entre montañas muy altas,
tan altas que no dejaban ni ver el sol.
Sus gentes estaban todo el día muy
tristes y hurañas, sus pensamientos eran oscuros, engañosos.
Nadie se ayudaba, y el egoísmo se apoderó de
ellos.
Cuando el astro rey asomaba a ras de
las montañas, la claridad comenzaba a dar por el horizonte, una silueta de luz
se esparcía por todo el valle.
Sus habitantes corrían
para atrapar y encerrar sus rayos, almacenarlos y quedarse con su luz y calor,
que el pobre pueblo no conseguía ver, sin pensar que otros se quedaban sin
nada.
Así transcurrieron los meses y los
años, hasta que un día una pequeña niña, cuya mamá estaba enferma tanto que no
podía levantarse de la cama, decidió ir sola en busca del sol.
Aquel día era como tantos otros y la
niña se levantó muy temprano, salió sigilosa para no despertar a su mamá.
Se puso a caminar y a caminar hacia las
montañas que veía a lo lejos.
Llevaba una mochila bien sujeta a sus
espaldas, y dentro había metido un poco de pan, chocolate, almendras, caramelos
y una cantimplora de agua.
Comenzó a andar, mirándolo todo, y a cada paso que daba le parecía que el mundo
se llenaba de color.
Los árboles eran más verdes y risueños.
El trinar de los pájaros alegraba su camino.
Los rayos del sol cubrían todo el bosque. Las amapolas y jaramagos moviéndose con el
viento saludaban a la niña, igual que las pequeñas ardillas siempre juguetonas
daban saltos y brincaban a su alrededor.
Los conejos asomaban sus cabecitas para verla pasar desde sus
madrigueras.
Caminó hasta quedar exhausta, cansada
se acomodó bajo un ciprés y en la fresca hierva se quedó dormida.
De pronto despertó, corrió a un
arroyo cercano refrescó su carita, peinó sus cabellos mirándose en el espejo
cristalino de sus aguas.
Los Mirlos y las Calandrias con sus
cantos la animaban a seguir.
Las ardillas subidas en las ramas de los
árboles le daban la bienvenida al bosque.
Preparó un bocadillo y comenzó de
nuevo a caminar y caminaba contenta, pequeños pájaros Colorines acompañaban a la
niña con sus cantos.
La Naturaleza entera lo celebraba, y la acogía con amor. Los Jilgueros, Zorzales y el
Milano revoloteaban jubilosos y alegres al empezar la mañana. Todo le parecía
hermoso, las piedras, las plantas mojadas por el rocío de la madrugada brillaban
con el sol y se movían en un cimbreante baile agitadas por la suave brisa.
Recibía como una caricia los primeros rayos de sol que se
colaban por entre los árboles, se sintió tan aliviada y pensó que también
podrían curar a su mamá.
Los animalitos del bosque se
acostumbraron a su presencia, se preguntaban entre ellos ¿que buscaría aquella
niña tan pequeña y sola?
¿Se habrá perdido? dijo la ardilla no. Habló el zorro el más
astuto del grupo: No, no es posible que se haya perdido, pues llamaría llorando
a su mamá, tienes razón dijo la liebre, la vengo siguiendo por todo el bosque y
parece contenta, sus pasos son seguros y creo que la niña sabe hacia dónde va.
Propongo dijo la ardilla pizpireta
que le preguntemos, no vamos a seguirla hasta el fin del mundo, y ¿qué si lo
hacemos? contestó la liebre, desde que ella está aquí todo parece ir mejor ¿no
os habéis dado cuenta? El rocío de la mañana
mantiene húmedo el bosque, ¡que alegría para las plantas! gritó tejón, para que
le oyeran, y las noches son claras como de luna llena.
Esta niña tiene que ser alguien muy
especial, para que la Madre Naturaleza la proteja con tanto cariño.
Basta, basta ya de cháchara dijo la
ardilla Pizpireta, pongámonos de una vez de acuerdo ¿que os parece dejar a la
niña en paz y solo seguirla muy despacio y si en algo la podemos ayudar, pues
lo hacemos? caminaremos a su lado, tal vez contribuyamos a que consiga lo que
busca.
La niña ajena a todo lo que los
animalitos tramaban, recordaba que su mamá le contó un sueño que se repetía día
tras día, en él había visto un lugar mucho más allá de las grandes montañas,
donde el sol repartía sus rayos por igual y estos entraban por todos los
rincones y agujeros, alegrando el corazón de sus gentes.
Contaba la mamá, que los niños
corrían jugando con gran alborozo por las calles y plazas, veía sus caritas tan
felices, todo parecía verdad en vez de un sueño ¿como sería su pueblo con esta
linda luz?
Para esta pequeña todo era
maravilloso y recorriendo el bosque disfrutaba de su belleza. Vio como un
conejo saltaba empinando las orejas, arrugando el hocico y moviendo su rabito,
los caracoles con sus cuernos al sol y su casita a cuestas dejaban tras de sí
un caminito de plata.
A su paso salían perdices rojas y
codornices, lentamente se deslizaba el tiempo, caía la tarde los grillos con su
ric, ric, le hacían compañía, el croar de las ranas se extendía como un
murmullo, las luciérnagas pequeñas lámparas del bosque alumbraban sus sueños.
Cansada buscó refugio donde pasar la
noche. El sol se iba ocultando, caminó un poco más, y de pronto reparó en un montículo,
un haz de ramas tapaba la entrada de una cueva, en la tierra excavada, las
retiró y entró no sin antes mirar con cautela, por si había algún animal. Con
deleite contempló el suelo que tapizado de paja parecía una alfombra, podría
dormir a pierna suelta sin temor.
Cerró de nuevo la entrada con las mismas ramas, como una
espesa cortina la protegería del frío de la noche.
Durmió calentita y sosegada en su
improvisada casita. Al llegar el alba la despertó el aullido del zorro y el
canto del milano.
Buscó en su mochila, comió algunas
almendras y el resto del chocolate, después lo dejó todo tal cual lo había
encontrado y saludó al nuevo día.
Los pájaros salían de sus refugios secretos, agitaban sus
alas saludando al astro rey, que asomaba como cada mañana. Sus trinos le ofrecían
una bonita sinfonía.
Los árboles en flor eran de una
belleza sin igual, todo el bosque despertaba con los tenues rayos de sol.
Emprendió de nuevo la marcha. En esta
ocasión encontró en el camino un compañero de viaje, hacía tiempo que la venía
siguiendo apenas sin hacer ruido, pero el crujir de las ramas la hizo volver la
cabeza y lo vio desvalido moviendo el rabito, la niña se acercó y acarició al
perrillo y él en señal de bienvenida saltaba de puro contento.
De un zarzal cogió sus ricas moras,
con cuidado de no pincharse y saciaron su sed, en el arroyo que surcaba el
bosque, una ventolina corría por las montañas dejando un aire frió.
La niña estaba encantada, sus grandes
ojos no perdían nada de vista.
A media tarde agotada se sentó a la
sombra de una higuera, comió algunos higos, que ya estaban maduros y los
compartió con su pequeño amigo.
Los árboles frutales, salpicaban el
valle, los manzanos, ciruelos, perales y las parras con sus doradas uvas.
¡Con cuanto amor se posaban los rayos del sol y los acariciaba ¡
Siguió adelante con su fiel compañero.
Cogía las frutas con gran esmero para no dañar el resto, las metió
en la mochila, ya las comerían mas tarde.
El día llegaba a su fin a sus oídos
llegó el cacareo de un gallo, que la sacó de sus pensamientos, miró entre los
arbustos y ante sus ojos apareció una empalizada a modo de corral, miró con más
detenimiento y pudo ver que juntos estaban, una vaca, una cabra, un cerdo un
mulo algunas gallinas un gallo y muchos conejos, sin miedo se acercó y abrió la
cerca, pudo comprobar que los animales la saludaban cada uno a su manera y
confió aun más en ellos.
La vaca mugía, la cabra, balaba, el
mulo, relinchaba, los conejos empinaban las orejas y arrugaban el hocico, el
cerdo gruñía, las gallinas cacareaban levantando las alas y el gallo con su
kirikikí le mostraba el camino hacia el fondo del corral, donde un pequeño
pajar la estaba esperando, dándoles las gracias por la buena acogida, enseguida
se quedó dormida junto a su perrito, y pasó otra noche al abrigo.
A la mañana siguiente, se despidió de todos los animales del
corral, dejándoles agua y comida ¿quién cuidaría de ellos? No había visto a
nadie por los alrededores, estaba segura que de alguna forma los cuidaban y
alimentaban.
Las chumberas cargadas de chumbos en
fila india les marcaban el paso.
En las copas de los árboles los nidos de jilgueros con sus polluelos
esperaban el sustento.
Las mamás y papás revoloteaban
trayendo en el pico la comida para sus hijitos, los alimentaban y protegían
hasta que pudiesen valerse por sí mismos y levantar el vuelo.
La gran montaña, cada vez estaba más
cerca, con andar ligero, cantando seguida al compás por su querido amigo
Cascarillas, éste fue el nombre que le puso a su perrito porque le gustaba
lamer las cáscaras de las almendras.
Por fin después de tres días llego a
la montaña y a grito pelado la saludo ¡hola ¡señora montaña, he venido de muy
lejos para pedirle un favor!, pero era tan viejísima ,que le costaba gran
esfuerzo abrir los ojos tan enormes y despertar.
Y la niña gritó y gritó, siguió
gritando hasta que cansada ya en silencio pensaba en su mamá y en que nadie le
llevaría un poquito de sol, el que ella guardó en la caja de zapatos, pronto se
agotaría sin saber que hacer se puso a llorar y lloró, lloró, tanto lloró que
sus lágrimas formaron un arroyo comenzando a mojar las faldas de la montaña.
Cascarillas su perrito la consolaba
apoyando la cabecita en el regazo y la miraba con ojos tristes.
Los animalitos que de cerca la venían
siguiendo al ver su tristeza, decidieron acercarse poco a poco y preguntaron
bajito para no asustarla.
De pronto ¡cómo no! la ardilla
pizpireta alzó la voz y dijo: chisss chiss, niña ¿por qué lloras?
Te venimos siguiendo todo el tiempo y te hemos visto muy contenta, en
cambio ahora estás triste estamos preocupados por ti, por favor cuéntanos que
te pasa
¡HO, Ho! ¿Quién está ahí?, si estoy
sola ¿has escuchado igual que yo Cascarillas?
Esta vez contestó la liebre, no tú
nunca estás sola, los seres humanos suelen creer que lo están, pero están
equivocados la Providencia y la Madre Naturaleza no los olvida aunque sabemos
que estos cada vez son más y más egoístas, no tienen esperanza en el futuro, los
pensamientos son oscuros y sus energías muy pobres tanto que no les alcanza ni
para ellos mismos.
¡Anda qué bonito! dijo
la niña ¿y qué es eso de las energías?
¡Hay eso te lo explico yo ¡ dijo el
zorro Tuyele : siéntate y escucha,” los pensamientos crean la energía, y estos
se convierten en vida, si son buenos y llenos de amor crece y se multiplica tantísimo
que llega en varias formas a los seres humanos y de paso a todo lo que vive respira,
bajo el cielo, la tierra y el mar, van
por aire y se aposentan en las gentes y así los pensamientos viajan de un lado
a otro llevando el amor a todos los seres, como si fueran páginas de un libro
que el viento hace llegar a todos lados, pero también los seres humanos deben
poner de su parte, algún día despertarán y podrán ver con los ojos del amor, en
ese preciso instante se darán cuenta que no están solos en este planeta.
Las energías se extienden con sus
mensajes por toda la tierra, el universo, y cuanto más positivas sean más amor va
repartiendo entre los seres del mundo.
Irene quedó pensativa y mirando al
señor Tuyele le dijo: si las páginas sueltas las lleva el viento por todo el
mundo, entonces podría llevar mi mensaje a la cima de la montaña. Todos los
animales se miraron a coro, y muy segura de sí exclamó subiré a lo más alto y
hablaré con el sol, quiero saber porqué deja que las gentes se adueñen de sus
valiosos rayos.
¡Vamos iremos contigo! uniéndose a la
algarabía, Cascarillas ladraba contento al ver que cómo la carita de su pequeña
amiga se iluminaba, y en sus ojos brillaba la llama de la esperanza, con una gran
sonrisa exclamó, a ver quién llega el ultimo, retándolos en una
carrera para alcanzar la cima de la montaña.
Subieron corriendo, llegó sola al
final, sus compañeros de viaje se quedaron rezagados a mitad del camino.
No podía creer lo que tenia ante sus
ojos, majestuoso, cual rey sentado en su trono dorado estaba el sol.
Una voz se dejó oír ¿qué vienes a
hacer aquí? a este lugar donde apenas llegan los pájaros y vosotros ¿porqué os habéis
escondido creéis que no puedo veros? yo lo veo todo, lo sé todo y estoy en todas
partes.
Un momento señor sol, a la primera pregunta
le puedo contestar yo, dijo Irene: como sabrá vengo de muy lejos caminando,
porque dónde vivo las gentes se apoderan de sus rayos, mi mamá está muy
enferma, no puede salir a recogerlos y yo soy tan pequeña que no alcanzo ni
para llenar una caja de zapatos. ¿Porqué los deja porqué no le dice que usted
sale para dar calor a todos por igual?
¡Ya me gustaría mí! contestó el sol:
pero ellos no piensan en los demás, creen que me puedo agotar y dejarlos en la
oscuridad, no se dan cuenta, que ya viven dentro de ella.
Por mas sol que recojan no se
calentaran, los encierran sin saber que yo soy inagotable por los siglos de los
siglos y me gusta saludar a la gente cuando va contenta al trabajo, acariciar
las caritas de los niños cuando juegan y mientras duermen, les hago compañía, dándoles
energías a las mamás cuando están enfermas, me poso en los árboles y plantas,
caliento los ríos hago brillar el agua de los mares y derrito la nieve de las
montañas y valles.
Por la acción del calor se evapora el
agua llegando a las nubes y vuelve a bajar a la tierra en forma de lluvia
regresando a los ríos y de estos al mar, haciendo posible el ciclo de la vida.
Mírate tú misma eres calor y das amor, no has tenido miedo de
llegar hasta aquí, no has necesitado traer contigo ninguno de mis rayos, eso
quiere decir que por ti no te has preocupado, tan solo pensabas en cómo darle
calor a los demás, por eso querida Irene es qué tienes mucha energía en tu
interior y la conviertes en amor.
EL AMOR SIEMPRE DA ESPERANZA.
LA ESPERANZA TE AYUDA A ALCANZAR TUS
SUEÑOS.
LOS SUEÑOS SE HACEN REALIDAD.
¡Cuando comprenderán los seres humanos que la oscuridad y el
frío están es sus corazones!
Vuelve, pues en el mismo instante que
decidiste emprender este viaje, tus pensamientos eran para otros y volaban a
través del bosque, calentando cada rincón, alegrando a los animales y a cada
alma de los que ibas recordando con tú amor. Y ellos a su vez hacen lo mismo con otros seres.
Tú fuiste la que
decidiste y ahora yo te digo:
QUE ALGUIÉN TENÍA QUE SER LO SUFICIENTEMENTE
GENEROSO, PARA INICIAR EL PRIMER PASO DE UN LARGO CAMINO, INCLUSO OLVIDANDOSE
DE SI MISMO.
Ese alguien eres tú, una niña que salvó a su pueblo, porque
no eran solidarios los unos con los otros y fuiste la primera en dar amor.
¡Pues lo has hecho muy bien! le dijo
el rey sol con su alegría deslumbrante.
Corre, tus amigos velarán por ti
igual que yo he velado por tu mamá todo el tiempo.
Gracias muchas gracias señor sol y yo
qué pensaba que era usted un egoísta, cuando la verdad es que todo esto lo
ignoraba.
EL QUE NO SABE, ES COMO EL CIEGO QUE
NO VE.
Le contestó el sol, regresa y enseña a tu pueblo todo lo que
has aprendido.
¡Sí eso haré! señor, gracias daré mi mensaje y sembraré en el
alma de todos los niños mi amor.
Ellos harán lo mismo con otros
compañeros y estos enseñarán a sus padres, para que comprendan que el amor
sigue creciendo desde que nace y se esparce por toda la tierra, como cualquier
semilla que el viento lleva a todos los rincones de este planeta.
Es una energía, que enlaza con cada
alma de los que poblamos este universo haciendo que nos sintamos parte de esta gras
familia.
Se despidieron del rey sol, bajaron juntos y alegres la gran
montaña.
En su corazón ya no había ningún
pesar, sus pies volaban se sentía ligera como brizna de hierba, el camino de
vuelta se le hizo cortísimo, desandado lo andado, durmió donde antes lo
hiciera, volvió a saludar a los animales del corral, se alimentó con las frutas
de los árboles que encontraba a su paso.
Todo el bosque reía con ella sus pequeños amigos, la ardilla
Pizpireta, el zorro Tuyele, el tejón sigiloso, la liebre andarina y el alegre
Cascarillas, caminaban contentos.
Animaban la gran caminata, con
historias y canciones.
Así Irene conoció un abecedario, para
que la memoria de los hombres y mujeres de la tierra nunca olviden, los
distintos nombres de nuestros amigos los árboles, era una canción que decía:
Con la A, está el ALMENDRO, y el
ALBARICOQUERO, también está el AZOFAIFO y el AVELLANO, además del ALMEZ.
Con la B, tenemos la BREVERA
Con la C, está el CIRUELO con sus
muchas variedades, la blanca, la negra y la morada.
También otros dos el CAQUI y el CASTAÑO.
Con la G, está el GUINDO, que es variedad
del cerezo y el GRANADO, su fruto en coraza donde se apiñan sus granos.
Con la H, la HIGUERA, una que es FRANCISCANA
y tiene higos blancos, y aligera de Pascua.
Con la L, el LIMONERO que siempre
tiene limones.
Con la N, el NARANJO y también el
NOGAL, el NISPERO, el NOPAL, que es la CHUMBERA.
Con la O, está el OLIVO, que es el
árbol de la aceituna y que el aceite da.
Con la P, el PERAL con sus peras de agua
y las peras SANJUANERAS.
Con la S, está el SERVAL que su fruto es
pequeño.
Con la v, la VID, a la que llaman
Parra.
Con la Z, el ZARZAL con sus MORAS en
racimos muy buenas al paladar, hay que cogerlas con cuidado porque nos podemos
pinchar.
Así cantando y cantando, canción tras canción le contaban
grandes secretos del bosque.
¡Que linda forma de recordar, cuantas
especies de árboles podían retener en la memoria otra más pedía la niña, todos igual que un
coro de Ángeles felices cantaban!
Con la A, el ABETO, el ALAMO, negro
muy parecido al OLMO, también el ALAMO blanco, el ABEDUL y el ALISO.
Con la C, el CEDRO el mejor el del Líbano.
Con la E, el EUCALIPTO, un árbol muy
corpuleño, planta medicinal y cura el resfriado.
Con la P, el PINO el rey es el PINO Flandes y el PINO Pinzapo,
de donde salen las tapas de las guitarras españolas, el PINO Gallego, el
BALSAIN y el PINO Piñonero que tan ricos piñones da.
¡Cuánto extrañaba a su mamá!
Recordaba, cómo le había enseñado a
leer y a escribir.
Cuando llegue a casa se las cantaré,
y las escribiré en mi cuaderno para poder guardarlas y no se las lleve el
tiempo.
Después de tres días y tres noches,
divisaron a lo lejos un pequeño pueblo con las chimeneas encendidas.
Una luz clara y radiante iluminaba
cada una de sus casas.
Los niños jugaban y corrían felices
por sus calles.
Los viejitos tomaban el sol sentados
en los bancos, antes solitarios.
Los hombres y mujeres salían, y volvían
contentos del trabajo.
¿Cómo era posible? el sueño que
tantas veces le contara su mamá, estaba allí mismo delante de sus ojos. Su
querido pueblo. La alegría que sentía la
compartían sus amigos, el zorro Tuyele, la querida ardilla Pizpireta, la amable
y seria liebre Andarina, el tejón sigiloso, su lindo perrito Cascarillas, saltaban
y brincaban mirando atónitos, la brillante luz que cubría con un inmenso velo
el lugar.
Dijo la liebre: Corre, todos te están
esperando, nosotros volvemos al bosque, siempre te llevaremos en nuestro
corazón.
La niña bajó la colina, y en un pis Pas
ya estaba en casa.
¿Mamá, mamá donde estas? no se encontraba en su cama, ¿Le habrá
pasado algo?
Imposible, no podía ser el señor sol
le prometió que cuidaría de ella, no permitiría un solo pensamiento oscuro, y
al instante la vio a través de la ventana en el jardín cogiendo flores.
Corrió para abrazarla y exclamó:
¡Mamita qué alegría de verte, ya no estás enferma! Y la llenó de besos, se
acurrucó en su regazo.
Su mamá la besaba y abrazaba con
amor.
Tengo tantas cosas que contarte, perdóname
por haberte dejado sola, pero tenía que encontrar las respuestas a todo lo que
no comprendía, lo siento tanto, ¡cuanto te quiero!
Las lágrimas rodaban por sus mejillas, ahora
de alegría, y yo a ti hija mía, le decía su mamá estrechándola contra su pecho,
creí que te había perdido, pero me daba el corazón que volverías.
Sabes Irene, ocurrió algo extraño en
tu ausencia, nada mas irte comenzó: Todo empezó a cambiar, vinieron las vecinas
y preguntaron por ti, se interesaron por mi salud y el poco de luz que tu guardaste
en la caja de zapatos, lo compartí con ellas y mi sorpresa fue que todas traían
su luz para mi, empecé a sentirme mejor, luego decidimos salir para repartir a
otras personas, que al igual que yo, antes no tenían fuerzas para recolectar
esos benditos rayos.
Fuimos a las casas del valle, las más
oscuritas que encontramos, sin embargo el sol entraba en todas y cada una de
ellas, incluso con las puertas cerradas, entraba como un polvillo blanco que me
recordaba a mi niñez, cuando dormíamos todos la siesta, y por un nudo de la
madera de la ventana, ya caído por los años un rayito de luz muy fino se colaba
y daba exactamente en la cara de mi mamá en su retrato de novia, ¡estaba tan
guapa! , estas flores que recojo son ahora para ti.
No mamita entremos las dos en casa y
le pondremos las flores a la abuela de parte de su hija y de su nieta.
Irene me acordé de aquel sueño que te
contaba ¿lo recuerdas? .
Si mamá ese mundo ya estaba dentro de
ti, esperando el momento y la energía suficiente para hacerse real.
¡Qué cosas dices hija!, bueno dime
¿has encontrado lo que buscabas?
Solo he vislumbrado el principio,
pero tengo toda la vida para llegar entre tanto viviré con los ojos y el
corazón abiertos y expectantes a todo lo que nos rodea, y sembraré en todos los
caminos para que germinen las semillas de los buenos sentimientos, y quizás algún
día ya no haré falta que sigamos sembrando, estaremos llenos de amor y ese
hermoso sueño también será una realidad, verás que habrán otros seres que sembraran
sus buenas semillas, así crecerá la
humanidad más feliz y tendremos siempre
luz suficiente en nuestros corazones.
Parece que has crecido en estos tres
días, y yo contigo, ahora comprendo el motivo de tu marcha, por eso en tu
ausencia notaba tu presencia.
Nuestra pequeña amiga Irene, veía por
primera vez en todo su esplendor, su amado pueblo pensó: Tendré que recorrerlo
para llenarme de su olor, pasearé por sus calles y plazas, preguntaré a los
viejitos si recuerdan su historia, eso será otro día y esta vez pediré permiso
a mi mamá.
Desde la ventana divisaba el
horizonte, por encima de la gran montaña el sol cerraba sus ojos, ya iba siendo
hora de irse a la cama.
La luna alumbraba la noche, las
estrellas la miraban desde el cielo
¿En cuál de ellas estaría su papá y
su abuelita, donde van las energías de las personas que ya no están con
nosotros?
Hasta mañana les dijo agitando las
manos, pensando esto se quedó dormida.
Su mamá, la besó y le dio las buenas
noches.
Desde entonces cuando un niño se
pierde, los animalitos del lugar les hacen compañía hasta que encuentran a sus
papás, los cuidad con amor.
El sol los protege con su calor.
La Providencia y la Madre Naturaleza
vela por ellos, y colorín colorado este cuento aun no ha terminado, pero si te
ha gustado, ya está listo para volar con tu imaginación y
poderosa energía.
Por: Encarnación Castro
moreno.
(La tejedora de sueños.)
Somos energía actuando en un campo de energía
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