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viernes, 19 de octubre de 2012

El Regalo de Belinda



Cuentan que había una joven pastora que encontró un tesoro Escondido en el prado, donde acostumbraba a ir a pastar con sus ovejas.
 Y dicen que fue regalando una a una las joyas.
 Maravillosos collares, valiosos rubíes.
 Grandes esmeraldas, un sin fin  de piedras preciosas
 Así se fue desprendiendo de toda aquella riqueza entre los más
Pobres de la aldea.
 Cuentan que a medida que se deshacía del tesoro, Belinda  la
Pastora se iba cubriendo de escamas.
 Cuentan que ese era el precio, que una bruja envidiosa de la
Belleza de la joven le pidió, a cambio de ayudar a todos aquellos niños y niñas que andaban descalzos, andrajosos y sin nada que comer.
 A Belinda se le partía el corazón cada vez que los veía, con la tristeza y el desamparo encajado en sus ojos.
 Flacos, y los huesos asomando a través de la piel.
 Por eso no le importó, cuando aquel día en arrollo, apareció la maldita bruja y adivinando que no se negaría, le propuso: Dar una vida digna a todos los pobres, que ella le regalara una joya del  inmenso tesoro, que le mostraba en aquel instante.
 Pero le previno y le dijo:
 Tú te volverás tan horrible,  que andarás escondida para que, nadie pueda ver en lo que te has convertido.
  Tu tersa piel se cubrirá de escamas.
 El hada Tejedora de sueños, que escuchaba  escondida en una Flor, se compadeció de Belinda, y empezó a tejer un vestido, que le cubriría todo el cuerpo.
 Confeccionó un sombrero con un delicado velo, que le caía sobre la piel tapándole los ojos y  la boca
 Unos guantes que impedirían ver sus manos.
 Para cuando no soportara que la vieran.
 El hada mientras tanto buscó a la gran Maga del bosque, para que eliminara el hechizo de la malvada bruja.
 Belinda agradeció el regalo de aquel vestido, que le permitiría hablar y seguir cuidando de sus ovejitas sin que nadie reparara en su fealdad.
 Aconteció que el rey de un vecino lugar, hizo llegar un bando, en el que aseguraba que, Tomaría por esposa  a la joven de más puro corazón, fuese  real  o plebeya.
 Para eso reunió a todos los niños y niñas; Pues dicen que no saben mentir  y que sus almas reconocen la bondad cuando la ven.
 Los chiquillos no lo dudaron un momento.
 ¡Belinda señor! Gritaban  Belinda es la más bonita y generosa.
 Si usted la conociera no lo dudaría, no conocerá  otra igual jamás.
 Las demás jóvenes se reían, mofándose.
 ¡No le haga caso señor!
 Belinda tiene la piel llena de escamas, va cubierta de los pies a la cabeza, es un monstruo.
 Pero el rey no las escuchó, y pidió  que le guiaran al lugar donde se encontraba la pastora.
 Seguido de la gente del pueblo, se internaron en el bosque  y  llegaron al prado.
 La joven Belinda, en aquel momento se miraba en el arrollo, acordándose de su antigua belleza.
 Lloraba, aunque no se arrepentía del trato con la bruja; cuando veía a los niños y niñas, sonrientes y felices, la tristeza se le iba de un plumazo.
 Lloraba su soledad.
 Las lágrimas corrían por sus mejillas, al mismo tiempo que  por arte de magia desaparecían las escamas.
 Su piel volvía a resplandecer,  y el vestido  que el hada le tejiera  se llenó de perlas.
 Los hilos se tiñeron de plata.
 Brillaba cómo un ascua, el príncipe quedó prendado al verla.
 Cuando se acercó y la miró a los ojos, pudo ver la bondad de su corazón  y cuentan que allí mismo le rogó  que fuese su esposa.
 Y Belinda aceptó al reconocer la generosidad de su alma.



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