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martes, 9 de octubre de 2012

La Búsqueda



 Quise librar una batalla y rescatar aquel pequeño tesoro escondido en lo más recóndito de su alma.
Me preparé para la contienda.
Guerreros, armas, artilugios, todo para recuperar aquel trozo de luz semiescondido en la caverna de la memoria y de los recuerdos.
Cuando llegué perpetrada cual Juana de Arcos, dispuesta a dejarme la piel en aquella contienda en pos de aquel tesoro.
Pude ver con asombro como las puertas no estaban custodiadas por guerreros, o dragones, o esfinges a los que adivinar la contraseña para pasar al otro lado.
Tan sólo un cristal translúcido había entre aquellas riquezas y yo.
Pero su cancerbero era algo tan fuerte e invencible como es la mente, y la idea de aquello que creemos ser. Lo que nos hace ver como enemigo al otro.
El tesoro brillaba incluso en la oscuridad y un halo de penumbra, lo cubría. No quería ser descubierto.
Seguiría oculto y ni un millón de hombres podrían derribar aquellas murallas que había ido tejiendo a través del tiempo.
Nunca pudo adivinar que tras aquella fortaleza le esperaba la amistad, una mano tendida.
Le esperaba un amigo: el único ser del mundo que es capaz de esperar pacientemente a que las defensas que hemos levantado tras duras batallas caigan con el peso del amor, que puede derribar siglos millones de años de incomprensión.
Una simple rama de un árbol se puede convertir en una magnífica fecha, que atraviese los muros que nos aprisionan, que nos impide que dejemos entrar a otros seres como nosotros.
¿Por qué hemos levantado una pared?
La dicha interior, la paz, el sosiego está dentro y fuera de los muros.
Y somos los únicos que decidimos abrir las puertas del castillo.
Mientras la luz no arda en nuestros corazones, no podremos alumbrarnos.
Por más aceite que le pongamos en el candil.
El aceite prende y surge la llama.
Pero si el oxigeno no circula libre a través de ellos, no es posible el milagro del fuego.
Si somos pacientes derribaremos las murallas que nos impide contemplar la dicha, y la felicidad que anida dentro y fuera de nosotros.
El amor será el oxigeno que hará la alquimia entre todos los seres que poblamos la tierra.
Entonces seremos una sola luz.
Descubriremos la dicha interior, el tesoro que ha estado aguardando y esperando a ser descubierto

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