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sábado, 15 de septiembre de 2012

Una Lección de Astrología

La luna resplandecía en el cielo estrellado aquella noche de Agosto. Tirados en la hierba contemplábamos las estrellas; estaban tan cerca que casi podíamos tocarlas, cuando extendíamos las manos
. El abuelo y yo, disfrutábamos admirando el firmamento. ¡Mira esa estrella, es la Osa Mayor!
¡Ves aquella tan brillante es Venus! ¡Aquellas de allí, son tu signo astrológico Aries! - 

Sabes es un signo de fuego, todos los niños y niñas tienen su propio horócopo. ¿Qué es el horóscopo preguntaba a mi abuelo? -
 Pues veras: con el horóscopo podemos hacer tu carta astral. 
-Tú naciste un día a las doce de la mañana, cuando el sol está en lo alto. Es una hora mágica por algo es la hora del Ángelus.
 El planeta que regía entonces era Marte. Martes fue el dios de la guerra y se asocia con el Fuego. Las características de este elemento están en ti.
 El fuego es pasión, quema destruye, pero también vivifica y regenera. El fuego siempre ha sido sagrado para el hombre, con él salió del mundo de oscuridad donde estaba inmerso.
 Se defendía de las fieras e iluminaban sus cuevas.
 El Espíritu Santo se representa como lenguas de fuego. 
El Sagrado Corazón de Jesús, lleva en su pecho un corazón en llamas. 
-Tienes como todo el mundo un lado positivo y otro negativo.
 Tu carácter lo forman los dos, como el ying y el yang
. De tí depende como uses, estas dos grandes energías. 
Tienes libre albedrío para caminar y vivir como quieras. Procura hacer el bien y engrandece lo mejor de ti.
Las estrellas te han dotado de herramientas, para que logres tus propósitos

. Pero recuerda: El amor hacia los demás serán las velas de tu barco.
 Tu generosidad será el viento que te hará navegar hacia mundos mejores.
 Mi abuelo era un estupendo astrónomo, pero también fue un gran astrólogo.
 Un gran hombre que me enseñó a ver el mundo con unas gafas de color; un arco iris que surge cada mañana dándome la oportunidad de dar las gracias a la vida.
 Un regalo del Universo.

El Tiempo del Sueño



Cuentan que había un hombre muy sabio que tenía dos hijos, estos eran tan iguales cómo dos gotas de agua, la piel canela, los cabellos negros azulados.
Los dos hermanos, poseían el don de entrar y salir del mundo de los sueños.
Por la noche, cuando salían las estrellas y se ocultaba el sol, se dirigían a una gruta, a los pies del gran río.
Allí le esperaba un hermoso caballo blanco de grandes alas.
El animal se inclinaba dócilmente, los jóvenes montaban en su grupa y juntos se perdían en el firmamento.
En un abrir y cerrar de ojos, pasaban al otro lado donde toman vida los sueños.
A la mañana siguiente, corrían a contarle a su padre lo que habían visto.
¡Padre despierta, escucha y dime lo que significa!
¡Cuéntame Neya! ¿Qué soñaste?
Soñé que íbamos mi hermano y yo cabalgando por el aire, en un blanquísimo caballo de grandes alas.
De pronto veo, cómo caen lenguas de fuego. Le pido a las estrellas que apaguen las llamas, que se precipitan sobre los tejados de las casas, y comienza a llover, y éstas se apagan.
Y ahora tú hijo ¿qué soñaste?
Yo padre también volaba, a lomos del caballo alado, cuando de pronto se abrió una enorme zanja, que amenazaba con tragarse el río donde pescan y viven muchas personas.
Le pido a las estrellas, que los salve y la brecha se detiene, quedando todos a salvo.
Entonces veo cómo las tierras de cultivo, se vuelven secas y yermas.
La gente pasaba hambre, y los niños lloraban abrazados a sus madres.
¡Hay mis pequeñas lunas, habéis visto la que acontecerá al mundo! …Si los hombres no escuchan las voces de la naturaleza, la tierra se los sacudirá de un manotazo cómo si fueran moscas molestas.
El fuego cayendo del cielo, significa que la tierra se calentará y protestará con grandes terremotos.
Subirá el nivel del mar, tragándose pueblos enteros; y lo que antes habían sido espléndidos y verdes campos, se convertirán en desiertos.
Habrá tal caos, que los ciclos de la naturaleza se volverán locos. Se perderán cosechas y no habrá suficiente alimento.
El caballo alado significa, que habrá mensajeros que avisaran con tiempo. Las estrellas simbolizan el alma de los seres humanos.
Vuestros sueños es un susurro del universo, para que la humanidad comprenda, que nada de esto sucederá, si descubren la verdadera esencia, que está presente en todas las cosas.
Entonces, aprenderán a mirar, a tocar y a sentir con el corazón, deteniendo el caos.
Cuentan que desde entonces, cada cierto tiempo, vienen mensajeros a la tierra para protegernos.
Son las almas de Neya y de su hermano Sadhi, que nos avisan de que el tiempo del sueño está llegando.

El Hijo de Mar



Había una vez un humilde pescador, que vivía con su esposa Lisa, en una cabaña junto a la playa.
 El matrimonio era feliz, aunque echaban en falta, la risa de un niño o niña, que alegrara sus vidas.
Una de tantas mañanas, que Antón, pues ese era su nombre, salió a pescar, tiró la red al mar, y para sorpresa suya se llenó enseguida de peces plateados de gran tamaño.
 Tiraba y tiraba, pero esta se había vuelto muy pesada.
Solo no lo conseguiré, y volcaré mi pequeña barca.
 En eso estaba cuando oyó una voz, 
¡ayudadme, ayudadme buen hombre! soy la hija del rey del mar, si me liberas y me devuelves a mis azules aguas, mi padre te premiará.
Antón se sumergió, con un cuchillo, y de un tajo partió la red en dos, sin importarle perder tan preciada carga, pues este era su único sustento.
Allí enredada, estaba la criatura más extraordinaria que había visto jamás; sus largos cabellos, eran del color del mar, cuando el sol se oculta entre sus aguas.
¡Una sirena ¡ había oído siempre hablar de ellas, en alguna que otra taberna, pero nunca creyó que existieran.
La bella muchacha al sentirse libre, dio las gracias y se despidió del pescador, que la vio alejarse perdiéndose en las profundas aguas.
Se disponía a marcharse, remando hacia la playa, cuando una gigantesca ola se alzó ante él. De ella salió el mismísimo rey Neptuno, que le dijo:
Por haber prestado ayuda a una de mis adoradas hijas, pídeme lo que quieras, que te será concedido.
Antón se acordó de su mujer.
Ella deseaba tanto un hijo o una hija, y él quería tanto a Lisa…
Que así se lo hizo saber, al rey del mar, y éste le habló con una voz cavernosa.
Ven mañana, y tráeme dos perlas, una blanca y otra negra, y diciendo esto se perdió entre las aguas.
Contento volvió Antón a su cabaña, aunque sin pescado que llevarse a la boca, sólo pensaba en la dicha, que traería ése niño o niña a su hogar.
Después de contarle lo sucedido a su mujer, se retiró a descansar, pensando en cómo podría conseguir las perlas, que le había pedido el rey del mar.
Se quedó dormido junto a Lisa, y tuvo un sueño.
 En él, la bella sirena que liberara, aquella mañana lo guió hacia los acantilados, y mostrándole una gruta sumergida, le enseñó el camino, para poder encontrar las perlas.
Al amanecer cogiò la barca, y siguiendo los pasos que la sirena le mostrara, encontró sus ansiadas perlas, dos maravillosas y preciosas perlas, una blanca y otra negra, y con ellas esperó en el lugar indicado...
Al atardecer, apareció el rey, y Antón cogiendo las perlas, las depositó en las gigantescas manos de Neptuno, que sopló sobre ellas, y al instante, un hermoso niño surgió.
De cabellos negros como la noche y la piel color del melocotón
El pescador abriendo los brazos, cobijó al pequeño, y quitándose la camisa lo envolvió, para que no cogiese frió.
¡Tened cuidado! con este ser que os doy, Pues solamente, una vida tendrá para caminar en esta tierra.
El cuerpo del niño que ahora contemplas, alberga un alma, más preciosa aun, que las perlas que me has entregado.
Cuidad de vuestro cuerpo, porque cuando éste se daña, por enfermedad, o accidente, el alma se escapa, dejándolo atrás, como deja el cangrejo de mar su concha vacía, cuando esta ya no le sirve.
Y, con un gran remolino se hundió, en las frías y profundas aguas.
Antón remó hacia la orilla, donde Lisa su mujer, lo esperaba ansiosa.
Tomó al niño en sus brazos, acarició su linda carita, contemplando el hermoso regalo, que le había entregado el Dios de la mar.
El pequeño al sentir el calor de las manos de la esposa del pescador, se acurrucó en su regazo, y por primera vez Lisa sintió las delicias de ser madre.
Antón, abrazaba feliz a su esposa, junto a su hijo, que parecía sonreírle, con sus lindos ojos negros.

El árbol de Nube Blanca



Cuentan que había un poblado indio, al otro lado del gran desfiladero asentado en un Valle, cerca del bosque, al que llaman Manitú.
Cuentan que al llegar el solsticio de invierno, se preparaban para la noche mágica, Fiesta en la que participaban grandes y pequeños.
Y para que todos se habían dedicado en cuerpo y alma.
Pluma gris la mamá del jovencito Nube Blanca, le llamó interrumpiendo sus sueños y le dijo:
Hijo tienes que adentrarte en el bosque, apenas salga el sol,
Debes caminar y escoger el árbol que tus creas que te representa, cuando lo hayas encontrado, corta una rama, aquella que te habla.
Sigue sus pasos déjate llevar por tu corazón .Esa rama será tu Tótem.
¡Pero mamá contestó Nube Blanca, yo no tengo ganas de ir a esa fiesta!
¿Por qué no vas tú y coges la rama por mí y yo, mientras tanto, remiendo la red de pescar?
Pluma Gris muy seria la contestó:
Aunque pudiese hacerlo en tu nombre, no me está permitido.
Pues son tus sueños y anhelos los que deben ascender en la pira de nuestros antepasados.
Yo tengo los míos propios, a los que debo escuchar.
Veras hijo mío. La sabiduría de nuestro pueblo, es grande nadie puede caminar con tus mocasines y el camino sólo lo conoces tú.
Cuando las ramas ardan en la pira esta noche, el humo llevará tu esencia a las estrellas.
Al lugar donde se forman todas las cosas.
Tú y sólo tú, puedes pensar e imaginar el mundo que quieres para ti.
Dando tiempo al tiempo, el peso de las cosas creadas hace que regresen a la tierra, y a su lugar en la forma deseada.
Por eso es tan importante.
El día de hoy no se repetirá nunca más,
Le pasó a tu padre Águila Veloz, y a tu abuelo Ojo de Águila; ahora tú Nube Blanca, tienes de nuevo la oportunidad.
Sé consciente, es un regalo que no se dará dos veces.
Si quieres ven conmigo, voy a cortar mi rama, al igual que hizo mi madre y mi abuela.
Esta noche la veré incandescente elevarse hacia el cielo y con ella, mis sueños y anhelos.
Sé que aunque yo no esté aquí, porque el tiempo me habrá llevado con él, irán encontrándose todos los deseos de nuestro pueblo.
Y dará lugar a un Universo de posibilidades.
Quizás el mundo se parezca al que tú desees, cumpliéndose así tus sueños o el sueño de otros que hayan cortado su rama quemándolas en el fuego sagrado.
No lo olvides nunca hijo mío. En esta noche se abren las puertas del Universo, y la luz de Manitú baja a la tierra dándoles a los seres humanos una nueva oportunidad de ser felices.

El Gran Engaño


Hace muchísimos años antes de que existiera el tiempo.
En el confín del mundo, las tierras no estaban separadas por las aguas, tras una extraordinaria explosión, se separaron dejando un gran abismo de oscuridad.
Donde había tierra, ahora había mar.

Los seres humanos quedaron aislados unos de otros.
Los sacerdotes vieron cómo peligraba el dominio, que hasta entonces habían tenido sobre todo un pueblo.

Al abrirse el mundo en dos, tendrían que disputarse el poder.
Para eso idearon un plan, después de que todo se calmó, y el miedo apareció en sus vidas, dejaron de ser hombres y mujeres felices.

Un día, Los sacerdotes y hechiceros bajaron de la gran montaña, traían un mensaje para la humanidad.

Solos, se habían quedado solos, desprotegidos, gigantescas serpientes rondaban sus costas y la playas.

Por propia seguridad, quedaba terminantemente prohibido pisar el mar.
Ya nunca más se podría salir a pescar, ni tampoco dejarse acariciar por las olas.
Los monstruos marinos, esperaban agazapados.

Desde aquel instante, el ruido de las aguas al chocar contra las rocas, escondía un ser monstruoso aguardando, con sus grandes fauces abiertas, buscando algún incauto que se atreviera a adentrarse en el mar, desobedeciendo las leyes divinas.

Pasó mucho, mucho tiempo, y todos se acostumbraron al nuevo tipo de vida, comían únicamente los frutos de los árboles y lo animales que pudieran cazar.
La pesca era sólo un recuerdo en la memoria del tiempo.

El miedo impedía  y aseguraba que ningún  habitante se saltara las reglas, que aquellos carceleros inventaron, para seguir manteniendo el poder que de antiguo habían ostentado.

La tristeza y la apatía moraban en aquellos corazones.
Pero un día, algo cambió, Deidre una joven y astuta mujer, se encontraba a los pies de la gran montaña, cuidando del rebaño del sumo sacerdote, cuando uno de aquellos animales, el más pequeño, escapó subiendo a la cima.
Deidre, no lo dudó un momento, se propuso rescatar a la cría y llevarla junto a la madre.

Y comenzó a subir y subir con mucho esfuerzo, incluso con el temor de que podía despeñarse y caer al vacío.

Después de sortear los peligros de la montaña, cansada y fatigada por fin llegó, y logró alcanzar al pequeño animal.

Respiró hondo y el aire inundó sus pulmones.
La belleza del paisaje, convirtió en agua sus ojos; a través del velo de las lágrimas, pudo ver a lo lejos una nueva tierra.

Aguzó la mirada y vio, cómo hombres y mujeres se bañaban y jugaban con las olas, felices, sin miedo.

La luz se abrió paso, atravesó las sombras, y de golpe todo le vino a la memoria.
Los cuentos, las leyendas, llegaron en su ayuda.

¡Todo era mentira!
Las serpientes, fueron una mentira, los grandes seres marinos, mentira.
Las grandes fauces abiertas, esperando al incauto e ignorante, era mentira.

¡Todo había sido un gran engaño! un bulo que impidió a su abuela y a su madre salir de la prisión, en la  que convirtieron aquella isla.

Tanta gente engañada, tan sólo por mantener el poder y el dominio.
Pobres ilusos, intentando tanto tiempo imponer su voluntad, ¡pobres ignorantes!
¡Cuánto se habían perdido!

Deidre bajó la montaña, con paso firme se dirigió a la playa, se sumergió en sus aguas.
Nadó libre, con la brisa del aire acariciando su piel. A lo lejos una porción de tierra, la estaba esperando.

Mucho tiempo vivió sola, asta que otro ser pisó su suelo, y Deidre pudo al fin pronunciar sus propias palabras.

Tiene usted la casa abierta, no sé lo que habrá de comer, ya cazaremos o pescaremos.
Después pondremos la mesa y aquí afuera comeremos.

Estoy contenta de poder compartir la riqueza de la tierra y el amor de mi corazón.
Siéntate a mi lado, si quieres, disfruta de la belleza que nos rodea.
¡Es tan hermoso!
El aire, es aire, la hierba, es hierba.

Tú, eres tú. Yo soy yo. Juntos en este mar de posibilidades.
¿Quién eres? ¿Quién soy?

Descubrámoslo juntos, segundo a segundo, minuto a minuto.
Sin miedo, solos tú y yo.

                                

viernes, 14 de septiembre de 2012

NUbe Blanca

Ese día Nube Blanca bajaba contento la colina que separaba su poblado del lago donde acostumbraba a pescar, con su abuelo ojo de Águila.

Juntos pasaban las mañanas recorriendo el bosque, en busca de caza y pescando, para mantener la familia.
Nube Blanca era un niño muy despierto, audaz, y al mismo tiempo tierno y amoroso.
Ayudaba a su madre, Pluma Gris a cortar la leña y a encender el fuego.
No llegó a conocer a su padre, Águila Veloz, pues este desapareció cuando la nieve en el desfiladero, estuvo a punto de acabar con toda la tribu.
Su abuelo Ojo de Águila guió a su gente a través del paso, hacia el gran valle.
Nube Blanca creció, rodeado del amor de su madre y de su abuelo al que acompañaba siempre que salían del poblado.
Hacia tiempo que ya no salían juntos a pescar.
¡Cómo lo echaba de menos!
Su madre le dijo un día: Pequeño Nube blanca, de ahora en adelante, tendrás que tener mas cuidado cuando te alejes demasiado; ojo de Águila no podrá caminar a tu lado por un tiempo, sus fuerzas le han abandonado y esta cansado, se está preparando para iniciar el camino hacia las cumbres, y desde allí volar con el viento.
Por eso deseaba tanto contarle, que había visto el gran pez el más viejo del lago.
Su abuelo Ojo de águila, le contaba que solo salía a la superficie cuando algo extraordinario iba a ocurrir.
Entró en el pequeño tipy, que era su casa, llamando a su abuelo.
¡Abuelo, abuelo lo he visto, lo he visto, tú llevabas razón!
Estaba pescando, cuando algo se movió en el fondo del lago y salió de debajo de las piedras.
Sabes es un pez muy extraño no tiene color, se confunde con el agua y se mueve con gran rapidez, sus ojos son del color de la noche pero tienen el brillo del sol.
¿Abuelo me escuchas?
Pero ojo de Águila ya no estaba, su madre lo abrazó y le dijo: Nube Blanca, tu abuelo emprendió el vuelo para reunirse con el viento, pero su espíritu te protegerá siempre.
De pronto se le vino abajo la alegría y la tristeza se apoderó de su alma, hasta caer enfermo.
Su mamà Pluma Gris no sabía que hacer, intentó toda clase de remedios, que la sabiduría de su pueblo le había legado.
Emplastes para bajarle la fiebre, cocimientos de hierbas que curaban el alma y el cuerpo.
Hasta le hizo un atrapasueños para que durmiera tranquilo, pero Nube Blanca no mejoraba.
Pluma Gris envió a buscar al viejo chaman, confiando en que él sabría devolverle la salud y la alegría a Nube Blanca.
Estaba encendiendo el fuego cuando lo vio llegar a caballo, miró hacia las cumbres blancas, y dio las gracias a Ojo de Águila.
El viejo chaman se arrodilló junto al pequeño y le susurró al oído, mientras posaba una mano sobre la cabeza y la otra en el corazón de Nube Blanca.
Pluma Gris Observó, como el color volvía a sus mejillas.
El viejo Chaman le dijo: No ha podido despedirse de su abuelo y cree que Ojo de águila no lo esperó para decirle adiós, y la tristeza se ha apoderado de su corazón.
El atrapasueños que le has hecho con tanto amor, le dará el sueño que tanto necesita.
Al despuntar el día, Nube Blanca abrió los ojos y llamando a su mamà se puso de pie gritando.
¡Ya sé, porque vi., Al viejo pez del lago, y por qué sus ojos tenían el brillo del sol!
Vino a decirme adiós.
¡Ojo de Águila vino a despedirse de mí! Y no lo supe ver.
Ahora sé que está conmigo siempre.
El abuelo llevaba razón el viejo pez se deja ver, cuando algo extraordinario va a pasar.
¡Mamà! gritaba entusiasmado.
Ojo de Águila y Águila Veloz, vuelan juntos.
Y reía de alegría abrazando a su mamà.
Sintiéndose el niño más feliz del mundo.